Ser padres nos llenó de una inmensa alegría, pero también de incertidumbre y desafíos. No sabíamos cómo afrontar los cambios que implicaba la crianza de un hijo y nuestra vida de pareja se vio afectada. Las peleas eran constantes y la comunicación se volvió cada vez más difícil.
Nos ayudaron a salvar nuestra relación de pareja. Aprendimos a trabajar en equipo, a apoyarnos mutuamente y a disfrutar de cada etapa del crecimiento de nuestro hijo juntos.