Se han cuestionado alguna vez salir a un centro comercial, restaurante o visitar a unos amigos, con sus hijos pequeños de 2 a 9 años, pensando en ¿cómo será su comportamiento? ¿Qué hará si se fastidia? ¿Cómo lo entretengo? ¿Me dejara hacer lo que deseo? ¿Nos dejara conversar?, entre otras tantas.
En muchas ocasiones el comportamiento de nuestros hijos en salidas a sitios conocidos por nosotros pero desconocidos por ellos, genera una conducta en el infante que no nos parece adecuada, nos da pena, nos avergüenza y nos molesta, ocasionando que un momento de esparcimiento se convierta en un momento de estrés y poco disfrute.
El niño antes o camino al sitio va realizándose preguntas tales como:
¿A dónde iremos? ¿Cómo será el sitio donde vamos? ¿Mama que vamos a hacer allá? ¿Papa quienes son las personas con quienes vamos? ¿Queda lejos? ¿Sera bonito? ¿Podre jugar?, entre muchas otras posibles.
Al llegar, lleno de incertidumbre y expectativa inicia el periodo de reconocimiento, hay nuevos estímulos, personas y objetos desconocidos para él, la emoción se incrementa e inicia la exploración. Empieza el niño a observar, tocar, correr y preguntar mientras los padres intentan conversar, compartir o solo mirar si están en un centro comercial.
El niño desea descubrir lo nuevo, en muchas ocasiones no conoce las normas del sitio donde está y quiere que papa y/o mama le explique, le preste atención y le muestre… pero papa y mama están muy ocupados, están con amigos en un tiempo de esparcimiento o están ocupados comprando.
Se empiezan a escuchar frases como, “deja eso”, “no corras”, “cuidado lo rompes”, “respeta que están conversando los grandes”, “no salgo más contigo”, “te voy a castigar” y el estrés se empieza a apoderar de los padres.
Entonces, ¿qué podemos hacer los padres antes de una salida, si deseamos pasar un rato con el menor estrés posible?
El Análisis Transaccional, desarrollado por Eric Berne, plantea que el ser humano posee necesidades psico-sociales básicas (hambres psicológicas básicas) que son el hambre de estimulo, el hambre de reconocimiento y el hambre de estructura.
- El hambre de estimulo tiene que ver con las necesidades biológicas y estímulos neuronales, estímulos físicos de todo tipo visual, auditivo, cenestésico – táctil, olfativo y gustativo.
- El hambre de reconocimiento tiene que ver con ser amados, queridos, respetados y apreciados, es una expresión de amor.
- El hambre de estructura tiene que ver con los límites donde me puedo mover, cuánto tiempo vamos a ocupar en esa actividad y que vamos a hacer.
El satisfacer estas tres hambres en nuestros hijos antes y durante la salida proporciona al infante seguridad y a los padres tranquilidad. El niño sabe dónde y cómo moverse, puede descubrir y preguntar con la certeza que papa y mama están allí para apoyarlo, responderle.
Si antes de salir le explicamos a nuestros hijos a donde vamos, que haremos, cuales son las normas que rigen el sitio, su incertidumbre o ansiedad baja. Podemos responder algunas preguntas y otras dejar que las descubra al llegar.
Al estar en sitio, cuando este frente a los nuevos estímulos, con hambre de saber, de descubrir, podemos responderle, mostrarle y hasta dar una vuelta de reconocimiento por el sitio para que junto a su figura paterna tome seguridad del espacio donde está y responderle las preguntas que surjan en el instante.
Tomarnos un momento para responderle o atenderlo, mientras conversamos con los amigos, que no se sienta desplazado por ellos y explicarles que están haciendo papa y mama mientras el juega, espera o realiza otra actividad.
Y así al final de la velada, la salida o el compartir, el objetivo del esparcimiento, del relax será logrado.
Autor
Edgar M Cabello Solis
Transaccional & Life Coach
BIO Edgar M. Cabello Solis:
Padre, Esposo, Ingeniero, Reflexólogo, Asesor Familiar, Psicolingüista, Life Coach y Coach Transaccional.
Instagram: @estufamilia_